¡extra! ¡extra! ¡LA DIVERSIDAD PUEDE SER UN PARÁMETRO URBANÍSTICO OPERATIVO!

October 23rd, 2008

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> Las narraciones colectivas que producimos como sociedad acerca del espacio urbano son de ese tipo de representaciones indirectas de la diversidad a las que no parecemos atender demasiado como urbanistas. Si nos fijamos en las películas y documentales inevitablemente “ambientados” en la ciudad y partícipes de ella, nos damos cuenta de que ya hemos narrado modos de vida asociados a casi todas las configuraciones urbanísticas más o menos reconocibles, desde polígonos “periféricos” o ensanches, hasta ciudades históricas o barrios chabolistas, así como a todo tipo de situaciones más bien difusas o ambiguas a la par que completamente urbanas. Desde luego, parece que la humanidad puede surgir de forma sublime y patética en cualquier configuración espacial, pero la realidad es que la “urbanidad”, la vida social en el espacio público, es un concepto que aún se debate entre su manifestación diferenciada en cada uno de estos modelos, y su desarrollo muchas veces completamente al margen de lo “planificado” en su momento.

> Los arquitectos-urbanistas aún no hemos acompañado a esta documentada diversidad urbana con propuestas de sintetización contemporánea dignas de cada uno de estos lugares; ni siquiera hemos intentado descifrar e interpretar las “tipologías” espaciales que acogen la vida urbana de cada una de estas narraciones, situadas muchas veces sobre unos espacios que rechazamos como arquitectos, mientras los abrazamos indisimuladamente como ciudadanos. Como no hemos descrito de una forma sofisticada al menos algunas de las posibilidades “vitales” que proponen cada uno de estos modelos urbanísticos, ni tenemos argumentos sólidos para trasladar el debate urbano hacia la conservación y generación de esa diversidad interna de la ciudad, ni podemos averiguar si el concepto diversidad puede ser en sí mismo un parámetro operativo urbanísticamente de una forma práctica y sencilla de entender por cualquier ciudadano.

> Y mientras tanto, vemos pasar a un “feísmo” inventado desde la ciudad y vendido como un conjunto homogéneo de “malas” prácticas arquitectónicas por parte de los ciudadanos, cuando, en realidad, más allá de los procesos de “demora” constructiva [situados en el marco de un sistema económico que regula muchas veces las prioridades “culturales”…], una buena parte de los señalados en el eje del mal gallego son ejemplos de “experimentos” arquitectónicos, de variable interés, pero siempre “aportadores” de diversidad urbana, mientras que la gran mayoría de intervenciones verdaderamente “discutibles” han sido o grandes operaciones edificatorias o importantes procesos territoriales puestos en marcha y auspiciados por todos los partidos políticos, por la legalidad vigente en cada momento y por una infinidad de “órdenes” urbanísticos que operan y se solapan sobre cada punto del territorio.

> La diversidad es una parámetro urbano que parecía ser generado entre las necesidades y las capacidades de los propietarios del suelo y del resto de actores que participaban en cada intervención en la ciudad. Sin embargo, hoy en día, las capacidades tecnológicas son prácticamente homogéneas en el ámbito de una ciudad, al igual que las “necesidades” del capital, que en este caso son homogéneas a nivel global. Entendemos que para que se produzca una verdadera diversidad espacial y programática en la ciudad [lo que evidentemente “fomentaría” la diversidad social, política, cultural, etc.] es preciso que dicha diversidad se haga patente en muchos otros planos ciudadanos que también deberían entrar a formar parte de las agendas y los intereses de la arquitectura y del urbanismo.

> En este sentido, hay que conseguir superar la superficialidad del trabajo de MVRDV, que, aunque deje muchísimo que desear en planos más “profundos” [políticos, culturales o urbanísticos…], sí representa una de las búsquedas más interesantes sobre las fórmulas arquitectónicas para tratar y generar la diversidad; búsqueda presente de forma continua en muchos de sus proyectos e investigaciones (1) desde principios de los noventa que merecen ser revisitados como experimentos contemporáneos parciales de los que se pueden sacar conclusiones con las que operar de una forma más “posicionada” y/o autónoma. El punto clave será superar las limitaciones que conlleva el problema paradójico de la formulación de la diversidad urbana; pues, no hay que olvidar que nos movemos en una frontera difusa entre el “caos” y el control a través de unas disciplinas [arquitectura-urbanismo…] y herramientas que aún cargan con la herencia de haber sido creadas para producir más coherencia, orden, síntesis, unidad o identidad [aunque sea de una forma muchas veces ridículamente inocente…] que conflicto “agonista” (2) o diversidad.

> Y para ello hay que desarrollar cuanto antes desde fórmulas para hacer eficientes los procesos constructivos desarrollados por múltiples empresas que mantengan sus diferencias una vez alcanzado el “resultado final”, hasta modelos urbanísticos capaces de acoger una gran diversidad de planteamientos arquitectónicos sin parecer una exposición universal; desde mecanismos legales que fomenten nuevas formas de propiedad y gestión de la edificación y del espacio urbano, hasta sistemas de territorialización ciudadana que aseguren el propio devenir de la diversidad; desde fórmulas de gestión material que fomenten la conexión al espacio local y al tiempo presente, casi siempre garantías de diversidad a través de una subjetividad inevitable, hasta todo lo contrario, es decir, fórmulas que fomenten el “desplazamiento” espacio-temporal de ciertas “dosis” de urbanidad a contextos específicos; desde técnicas capaces de parametrizar el concepto diversidad en el plano formal basándose en elementos sencillos como los que ya se usan para homogeneizarlo todo, hasta modelos de participación ciudadana que introduzcan “defectos” particulares en planteamientos genéricos; o un largo etcétera de “ideas” que ya se empiezan a imaginar entre la “disidencia” que opera, al menos de forma “teórica”, en los bajos fondos de la política, la antropología, la filosofía o la sociología, pero también entre los economistas, los propietarios, los promotores, los constructores, los abogados, los urbanistas o los arquitectos. Aunque aun creamos en eso de que “el infierno es la imposibilidad de la razón”, también entendemos que sólo a través de la cesión de campos de “poder” a la subjetividad y a esa inalcanzable “imprevisibilidad” podrán llegar a ser legítimas nuestras “profesiones” en cualquier hipótesis de futuro mínimamente aceptable en cuanto a sus “niveles” de diversidad y democracia.

[ iago carro / ergosfera ]

(1) Nos referimos tanto a proyectos construidos [la Villa VPRO (Hilversum, 1997), el pabellón holandés para la EXPO 2000 (Hannover, 2000), las viviendas Hageneiland (Ypenburg, 2001), el edificio Silodam (Amsterdam, 2002) o el edificio Mirador (Sanchinarro, 2005)], como a diseños no construidos [la Container City (Rotterdam, 2002), el Pampus Harbor (Almere, 2006) o el reciente Barcode Masterplan para Bjørvika (Oslo, 2007)], a investigaciones publicadas [“FARMAX. Excursions on density” (1998), “METACITY DATATOWN” (2000), “The REGIONMAKER. RheinRuhrCity” (2002) o “KM3. Excursions on Capacities” (2006)] o al desarrollo de herramientas de software como el “Functionmixer”, específicamente desarrollado para manejar parámetros como la mezcla de funciones en entornos urbanos. Entendemos que toda esta “producción” comienza a plantear conexiones entre la arquitectura y algunas de las preguntas fundamentales en torno a la diversidad, aunque sea tímidamente y a través de algo parecido a un “neo-pragmatismo” que imposibilita a MVRDV entenderse completamente inmersos en un plano sociopolítico excesivamente específico, que reduce radicalmente el alcance de estos pequeños acercamientos a la cuestión.

(2) En referencia al “modelo de democracia agonista” que propone la politóloga belga Chantal Mouffe, en el que los conflictos ya no derivan únicamente hacia el consenso forzado o el enfrentamiento violento, sino que se “gestionan” a través de relaciones entre “adversarios” que comparten ciertos espacios simbólicos. En este sentido recomendamos el artículo: “Vulnerar el consenso. Markus Miessen entrevista a Chantal Mouffe”, en Verb Crisis, Actar, Barcelona, 2008.

(3) Frase de Chris Taylor [personaje interpretado por Charlie Sheen] en la película “Platoon”, dirigida por Oliver Stone en 1986; la película narra la guerra de Vietnam desde una perspectiva que refleja la brutal violencia que representa la guerra para todos los planos de lo que significa ser humano.

¡extra! ¡extra! ¡LOS LÍMITES DIFUSOS Y LOS ESPACIOS IMPUROS POR FIN TIENEN CUALIDADES!

October 16th, 2008

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> La construcción de la periferia, que es un territorio tan escurridizo de definir como la ciudad, se mantiene atrapada entre dos puntos de vista sólo reconciliables a través de la pasividad que suelen producir como resultado. Mientras es objeto de burla por parte de los que no ven en ella ninguna verdadera cualidad urbana, es objeto de admiración para los que la ven como un campo infinito de posibilidades para que dichas cualidades aparezcan por sí mismas o a través de intervenciones no sujetas a la “identidad” de los centros urbanos. Es decir, como siempre, entre el miedo a la “degradación” y la fascinación por lo “espontáneo”, entre el rechazo cínico de una realidad que hemos construido entre todos y la veneración muchas veces acrítica de lo que casi siempre sabemos que proviene de una mala decisión.

> En realidad, entendemos que la periferia es una condición urbana bastante genérica, es decir, que aunque mantenga ciertos vínculos con su situación topológica dentro de un contexto urbano, ésta ya no es ni una característica suficiente para definirla, ni un “problema” insalvable para surjan “cualidades” en un determinado territorio. Es posible que sea el propio concepto de periferia [que siempre implica ser periférico de algo…] lo que está lastrando la posibilidad de pensar más bien en fragmentos de ciudad con unas “potencialidades” definibles en un contexto particular también definible, y esto es perfectamente válido tanto para el momento de “producir” la periferia, como para cuando afrontamos una intervención posterior sobre la misma.

> Esa especie de “deshonor” con el que Rem Koolhaas calificaba la relación de su “ciudad genérica” (1) con el centro urbano, que siempre acapara todos los flashes y que remarca constantemente la dependencia de la ciudad más allá de ciertos límites, ya no parece una condición inevitable o irreversible. Es precisamente esa condición de contacto siempre con algún tipo de límite una de las posibilidades para cualificar su “identidad”, no sólo como rémora o curiosidad turística, sino también como verdaderamente “propia”, es decir, usable, territorializable y culturizable.

> Una de las cualidades del concepto límite [urbano] tiene que ver con la experiencia tangible de realidades intangibles, es decir, con el “disfrute” de esa urbanidad “sólo” establecida como condición de cercanía o usabilidad, y no de adquisición de “urbanización”, ni de encierro en categorías perceptibles de público-privado, sino sin definir, sólamente potencial.

> Si comparamos los límites de los nodos urbanos de Galicia, definidos casi siempre en base a una difuminación generada por una gran dispersión demográfica, con los de Holanda, definidos por una linea normalmente muy reconocible que zonifica un territorio totalmente “planificado” y urbano, nos damos cuenta de que el límite en Galicia es más vivible ya desde el punto de vista perceptivo, simplemente porque su “difuminación” genera espacios apropiables más diversos que en el caso holandés. Sin embargo, también es destacable la potencia paisajística y urbana de los límites “puros” de los Países Bajos, en dónde el problema es una excesiva definición de la “programación” espacial de lo no edificado, que acota considerablemente el “tamaño” real de las ciudades.

> Sólo hay que pensar, por ejemplo, en la cantidad de veces que hemos caminado o “acampado” en la periferia, en algún monte, prado, finca o descampado, sin ser conscientes de nuestro uso de una propiedad privada; o cómo, cuando hacemos cualquier recorrido por una carretera gallega, nos encontramos constantemente en algún “lugar” en el que simultáneamente podríamos optar por un “uso” en solitario o por la búsqueda de una siempre cercana “civilización”. Estas dos cualidades, que amplian la ciudad vivible exponencialmente, son quizás atributos más “urbanísticos” que muchas de las variables que se analizan para intentar entender la “esencia” de los territorios. Así, hoy por hoy, y en este contexto gallego en el que los límites ya no parecen muy “recuperables”, tampoco sería muy sensato acabar con la única virtud de nuestro sistema -la continua presencia de lo vivido como potencialidad de otras vivencias-, haciendo que todo tienda a “urbanizarse”, encerrándose en categorías perceptibles de público-ordenado o privado-cerrado.

> En este sentido, mientras los ayuntamientos de las “grandes” ciudades gallegas como La Coruña o Lugo, ejecutan de forma “pseudo-haussmanniana” la eliminación de los últimos “tapones urbanísticos”, definitivamente considerados como rémoras del progreso [económico, y de los de siempre, claro], los núcleos de población más pequeños, como las denominadas “vilas” pero también como las “periferias”, aún pueden representar la oportunidad de desarrollar políticas urbanísticas capaces de convivir con ellos en condiciones plenamente contemporáneas, aunque “sólo” sea porque sus “masas críticas” hacen más experimentables otras formas de gestión de estos lugares.

> De lo que se trata es de desarrollar “urbanidades” capaces de convivir con una diversidad ambiental más democrática y que gestionen la aparición de intervenciones públicas, de actuaciones privadas o de proyectos colectivos completamente autogestionados, sin imponer modelos de desarrollo que aspiren a la normalización de unas determinadas políticas urbanísticas específicas para cada metro cuadrado de la ciudad. Es decir, la cuestión es ampliar las posibilidades del juego, poner en crisis los sistemas de gestión y delimitación de los roles de cualificación espacial tipo privado, público, compartido, donado o privado de uso público real, en unos territorios urbanos que exigen otras afiliaciones espaciales más ambigüas y territorializables; por el individuo, por el colectivo y por la multitud.

[ iago carro / ergosfera ]

[1] KOOLHAAS, Rem; “La ciudad genérica”, Gustavo Gili, Colección GG MÍNIMA, Barcelona, 2006 [texto publicado originalmente en 1995 como parte del libro “SMLXL”]

¡extra! ¡extra! ¡LA DIVERSIDAD SE TRASLADA AL INTERIOR DE LA CIUDAD!

October 13th, 2008

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> No contemplamos la posibilidad de que la diversidad tienda inexorablemente a reducirse con la “globalización”. Más bien, entendemos que la diversidad será cada vez más “interior”, es decir, que tenderá a producirse “dentro” de cada uno de los nodos urbanos. Sólo hace falta echarle un vistazo a un mapa de las migraciones humanas desde hace 170.000 años, y observar la representación de la verdadera globalización de la especie, para entender lo ridículo de hablar de procesos como la globalización o de eventos como el “descubrimiento” de América en términos absolutos.

> Es el traspaso de la centralidad política desde la virtualidad a la ciudad, y sobre todo, la rapidez con la que se está desarrollando, lo que está provocando ese estallido de “miedo” a una “globalización” ya iniciada hace milenios. Entre otras cosas, la omnipresencia mediática del “imperio” está generando un estado de sospechas razonables que sólo nos ciegan ante la necesidad de pensar lo global, no como una problemática cultural o una oportunidad económica, sino como una “simple” condición más del mundo y del ser humano contemporáneo. Y esto exige de los constructores de la ciudad acciones más “evolucionadas” que el repliege defensivo de lo local o el recurso fácil de “situarnos” en el mapa a través de algún ingenioso simulacro “cultural” o “deportivo”.

> Según un informe de las Naciones Unidas estamos alcanzando la cifra de la mitad de la población humana habitando en territorios considerados urbanos. Entendemos que esta noticia, que es una más de las “curiosidades” ya-casi-tópicas a la hora de empezar cualquier reflexión sobre la ciudad contemporánea, más que ser significativa en términos de la anacrónica dialéctica rural-urbano, nos recuerda que, al estar relacionada la propia ciudad con el movimiento entre ciudades, estas inercias demográficas son uno más de los elementos que explican el traslado de la diversidad hacia el interior de la ciudad.

> Como ya pensaba Jane Jacobs y muchos otros, entendemos que la salida “natural” para el invento ciudad es una apuesta por la diversidad, sin temer que las nuevas intervenciones desplacen el interés por las diferentes ciudades “históricas”, que deben seguir su curso y potenciarse a través del contraste y el ofrecimiento de “otras” posibilidades de vida, y que en cada momento histórico deberían poder ser deseables y habitables por diferentes sectores o colectivos de la población.

> La diversidad y su creatividad asociada se hacen posibles en los espacios “sin hacer” [¿okupables?], en espacios donde lo político y lo cultural puedan surgir y vivir antes de seguir su proceso cíclico de “constituirse”, o donde la subjetividad disponga de posibilidades de territorialización para convertirse en “simple” cotidianidad.

> Es curioso cómo el sistema capitalista-especulativo, a costa de sus efectos “colaterales” para la población más “frágil”, genera una multitud de “vacíos” urbanos en casi todas las ciudades, como si tuviera dentro una especie de fórmula o gen “protector” para la ciudad o alguna clase de mecanismo regulador capaz de posibilitar el cambio. La arquitectura-urbanismo debería comenzar a “fomentar” la okupación de esos lugares como parte de la ciudad real-efímera. No sabemos aún si será generar “formalmente” la okupación uno de los nuevos campos de trabajo del arquitecto-urbanista contemporáneo, pero sí pensamos que “reclamos” ciudadanos históricos como el uso de los solares y edificios “vacíos” que se mantienen cerrados en todas las ciudades, o como la materialización urbana de distintos “sueños” ciudadanos referidos al habitar, deberían entrar urgentemente en las agendas de todos los “responsables” del urbanismo, si queremos que la diversidad no sea una función exclusiva del mercado sino de las distintas ciudadanías que confluyan en cada nodo urbano.

> Un contexto en el que el “laboratorio” de creación cultural ha sido ampliado exponencialmente y trasladado desde su estable aislamiento hasta el mundo urbano al completo, no parece un momento histórico en el que centrarse únicamente en preservar culturas, sino que más bien, lo verdaderamente relevante -y donde nos jugamos gran parte de los posibles futuros para la ciudad-, es la modificación y creación de nuevas culturas; ya sean por motivos ambientales, ideológicos, económicos o completamente subjetivos e indescriptibles; ya sean capaces de asumir a cualquier ciudadano o solamente a algunos colectivos; ya sean de origen local o global… No se trata de pensar pasados o futuros ideales y cómo alcanzarlos, sino de “sabernos” cultura, real y presente.

> Es decir, para que el urbanismo llegue a significar… ¡algo!, en un mundo inmerso en un proceso de completo traspaso a la ciudad, que es un ámbito más “abarcable” físicamente y ahora, simultáneamente interconectado, entendemos que debería servir como herramienta para investigar, visibilizar y fomentar la creación de “nuevas” y “diferentes” culturas, partiendo de la cuestión básica de generar incertidumbres y problemáticas sin caer en el formalismo sin contenido.

> De esta forma, pensamos en la ciudad como el “caballo de Troya” de la diversidad dentro de ese mundo zonificado en espacios de civilización amurallados que representan como hipótesis de futuro muchas de las organizaciones e instituciones que hemos construido desde una pequeña parte de la sociedad global. Sobre todo si tenemos en cuenta que incluso la “huída” (1) de la que hablaba Rem Koolhaas como condición post-urbana, genérica y penetrante, se traslada al interior de la ciudad en un momento en el que el Everest, un lugar donde ya es posible tener que hacer cola para coronarlo y donde los desperdicios lo decoran por norma, es ya un lugar plenamente urbano.

> Como damos por bueno el argumento lógico y biológico que asegura que un sistema complejo y diverso es capaz de sobrevivir de una forma mucho más eficaz en entornos inestables [porque su diversidad interna asegura una rápida adaptación a las condiciones cambiantes del medio], la cuestión que se nos plantea es cómo hacer viable en términos urbanísticos una diversidad no sólo “planificada”, sino también con espacios y tiempos de surgimiento autónomos. Y en este punto, nos viene a la cabeza esa sugerencia de Slavoj Žižek cuando, frente a la obsesiva búsqueda de la integración que caracteriza a buena parte de la opinión pública actual, nos pregunta si lo que harán falta serán “nuevos códigos de distancia” (2).

[ iago carro / ergosfera ]

[1] KOOLHAAS, Rem; “El pasado es demasiado pequeño para habitarlo”, en Vuelta, nº 239, octubre de 1996

[2] “Honoris causa para Slavoj Žižek”; reportaje del periódico digital “Hoy la Universidad” con motivo de la intervención de Slavoj Žižek en la ceremonia de distinción Honoris Causa en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, septiembre de 2006

¡extra! ¡extra! ¡LA ESENCIA DE LA CIUDAD ES IMPOSIBLE DE DEFINIR!

October 11th, 2008

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> A medida que se van produciendo más y más intentos de definir la esencia de las ciudades, los “fracasos” se hacen cada vez más rápidos y evidentes. Si algo nos sorprende cuando pensamos en la ingente cantidad de adjetivos y sobrenombres con los que se ha intentado cualificar a la ciudad en las últimas décadas, es que no llegaría un libro para escribir la infinidad de acontecimientos y procesos que constatan y que desacreditan a cada una de ellas… Antes de comenzar la siguiente “teoría” sobre la ciudad contemporánea habría que recopilar y sintetizar todas estas hipótesis parciales, que a nuestro juicio coexisten simultáneamente en la ciudad, e intentar representar una ciudad cuyos conflictos “prácticos” en el espacio urbano no sean definidos únicamente en términos de curiosidad y aislamiento, sino a través de una pluralidad de enfoques que vayan desde la visibilización de los diferentes procesos que se solapan y retroalimentan en la ciudad -y que acaban determinando cada “evento” urbano-, a la puesta en práctica de sistemas capaces de actuar bajo subjetividades específicas o en contextos sencillamente absurdos…

> En realidad, las múltiples y continuas “crisis” del urbanismo no han llegado a cimentar teorías críticas pero propositivas sobre sus limitaciones organizativas, sobre sus servilismos establecidos o sobre las fronteras de su campo de acción, es decir, no se ha llegado a poder describir modos de hacer urbanismo más “ambiguos”, más contradictorios o simplemente más humanos en términos de su relación con la realidad ciudadana.

> En la ciudad cohabitan múltiples estados del capitalismo, de “modernidad” y de “urbanidad” simultáneamente, con sistemas de desarrollo y velocidades a su vez diferentes. Sospechamos que a lo único que se puede aspirar es a que la ciudad aprenda a conservar y a vivir en el mismo espacio-tiempo el dualismo de lo “hipertecnológico” y lo “artesanal”, de lo excepcional y lo mediocre, de lo higiénico y lo impuro… Aunque no debiera hacer falta, parece necesario recordar de vez en cuando esa idea de Charles Bukowski de que “siempre habrá dinero y putas y borrachos, hasta que caiga la última bomba” (1). Es decir, este “descontrol” no es una realidad existencial banal y antiurbana, o algo “espontáneo” que actúa en contra nuestros sagrados objetivos urbanísticos, sino que, debido precisamente a su “humanidad”, nuestros mecanismos de creación de ciudad deberían contemplarlo como una herramienta más con la que asegurar la persistencia de lo urbano.

[ iago carro / ergosfera ]

[1] BUKOWSKI, Charles; “A la puta que se llevó mis poemas”, en “El mundo visto desde la ventana de un tercer piso”, Editorial Hombre que Lee, México, 2001

¡extra! ¡extra! ¡EL MUNDO RURAL DESAPARECIÓ ANOCHE SIN DEJAR RASTRO!

October 10th, 2008

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> Mientras la ciudad ya no puede ser entendida en términos exclusivamente espaciales o formales, sino que se trata de una condición existencial y global más relacionada con los modos de vida y los medios de comunicación, nuestra obsesión como sociedad por el control hace indeseable la consideración de una ciudad ampliada; una ciudad donde existen embalses, zonas de producción alimentaria, centrales energéticas, cárceles,  industrias pesadas o áreas “naturales” protegidas, y en la que una enorme cantidad de población adquiere de repente “pertinencia” en los debates democráticos sobre su futuro.

> Una de las paradojas que produce la anacrónica diferenciación entre lo rural y lo urbano es que nos vuelve incapaces, como ciudadanos, de entender que más allá de subvencionar al mundo rural, la ciudad está “pagando” la factura de su modo de vida urbano. El territorio ocupado por estructuras de producción agrícola o ganadera es hoy por hoy exactamente igual de urbano que el “centro financiero” de cualquier ciudad. La palabra rural ya sólo se mantiene como patrimonio cultural de una determinada manera de entender y vivir en el mundo.

> Más que hablar de planes de “fijación” de población en “el rural”, entendemos que es preciso representar la realidad territorial de Galicia de otra forma. De una manera en la que se visibilice el devenir urbano de casi todo el territorio y se comprendan los planes de dinamización territorial, no como una subvención hacia los “perdedores” de la “evolución” económica neoliberal, sino como estrategias infraestructurales plenamente urbanas, con unas posibilidades de vida definidas, y a la vez, ampliables por la ciudadanía. Si como piensa Bruno Latour, la naturaleza ya no representa esa especie de fondo que lo unifica todo mientras diferentes culturas se distribuyen por el mundo, sino que aboga por un “multinaturalismo” (1) en el que dichas naturalezas ya forman parte de cada uno de nuestros “mundos” humanos, quizás haya que pensar en lo urbano como ese nuevo fondo con el que “compararnos”… y simplemente plantear estos territorios como verdaderas oportunidades para una vida urbana en la que formas de vida no convencionales puedan construir sus propios escenarios de futuro.

> Como urbanistas, la opción de “especializar” los pequeños núcleos de población inmersos en procesos de pérdida demográfica irreversible en cuestiones variopintas como “el pueblo del libro”, “el pueblo inglés” o “el pueblo okupa” suele parecernos una “falta de respeto” hacia estos lugares, como si éstos tuvieran una vida que puede o no ser respetada. En el fondo, pensamos que más nos vale ser conscientes de que ésta es una de las alternativas más “creativas” que existen para estos lugares, al margen del insulto directo que significa intentar, siempre desde la ciudad, “fijar” población en “el rural” para que “otros” hagan el trabajo que los ciudadanos “de primera” no queremos hacer pero necesitamos. En estas condiciones, el futuro de estos núcleos de población será paralelo a la capacidad de los arquitectos-urbanistas y ciudadanos para imaginar unos modos de vida plenamente urbanos, pero con unas cualidades espaciales, programáticas o infraestructurales determinadas, diferentes, pero territorializables por la sociedad urbana.

> Dentro de la “difusa” (2) situación urbanístico-territorial de Galicia, y en un contexto de búsqueda de nuevas identidades, instituciones y realidades para los núcleos urbanos más pequeños, la única forma “humanística” para producir esta diversidad [basándose en parámetros no estrictamente “banales”] es la ampliación de la democracia y el paso de una autonomía basada únicamente en términos cuantitativos, a una realidad en la que la capacidad de “decisión” sobre cada territorio sea una función referida a diferencias cualitativas, ya sean éstas ambientales, geográficas o referidas a la creatividad, la participación ciudadana, la “sostenibilidad”, etc. Y está claro que esto no significa reducir la palabra democracia a la posibilidad de pensar en un barrio o pequeño núcleo “votando” el color de las nuevas baldosas de sus aceras o las especies vegetales que se plantarán en un parque. Más bien, se trata de promover una seria reconsideración de conceptos como flexibilidad, territorialización o autogestión, relacionados con la creación de modelos urbanísticos capaces de acoger toda clase de iniciativas ciudadanas amplificadoras de las posibilidades de vida urbana.

[ iago carro / ergosfera ]

[1] LATOUR, Bruno; “Llamada a Revisión de la Modernidad. Aproximaciones Antropológicas”, conferencia en el Seminario de Philippe Descola en el College de France, París, noviembre de 2003

[2] DALDA ESCUDERO, Juan Luis; GARCÍA DOCAMPO, Manuel; HARGUINDEY GONZALEZ, Javier; “Cidade difusa en Galicia”, Xunta de Galicia, Santiago de Compostela, 2006

¡extra! ¡extra! ¡YA ESTAMOS VIVIENDO EN LA CIUDAD DEL FUTURO!

October 8th, 2008

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> La ciudad del futuro se parecerá bastante a la actual o, más bien, será la actual pero modificada, aumentada, mutilada, recosida, fragmentada… Las imágenes de la ciudad que planteaba Blade Runner, y que hasta ahora han sido “metaforizadas” de forma directa por el “mundo” arquitectónico, nos interesan más ahora que sabemos que no eran las buscadas por el equipo de dirección. Fue en la propia producción real de la película donde se fraguó un destino en el que las limitaciones económicas “prefirieron” un futuro creado a partir de unos decorados de la ciudad “antigua” y de escenarios de la propia ciudad existente, modificados por la “modernidad” futurible, más que recurrir únicamente a la tabula rasa de otros tipos de ciencia-ficción. Habría que reflexionar sobre si mientras la razón nos conduce a través de la biotecnología hacia un ser humano absurdamente genérico, la imposibilidad determinística de la realidad aún nos “protege” de una ciudad global también genérica.

> El futuro de la ciudad en el cine es una hipótesis debatida entre la completa desaparición de las ciudades y de la sociedad urbana; un concepto de realidad metropolitana que gira entre el caos, el desorden y la “suciedad”; un aumento exponencial de la capacidad de control individual ejercida por algún poder “central”; un mundo en el que nada cambia salvo una “evolución” positivista de la tecnología; los clásicos mitos catastrofistas asociados a la naturaleza “climática”, a la toma de conciencia de la tecnología o al universo desconocido; la “imparable” selección genética o la completa higienización de la vida. Mientras intentar describir y proyectar un mundo “feliz” nos parezca una soberana estupidez, algo nos dice que lo que podemos aportar como arquitectos-urbanistas es mantener con vida ciertas controversias en torno a pares irreconcialiables -sí convergentes por momentos- en un mundo, por así decirlo, “apetecible”: desorden-control, limpieza-suciedad, tecnología-“primitivismo”, físico-virtual, genérico-singular, proyecto-imprevisibilidad, o racional-absurdo… no pueden ser considerados problemas a solucionar a través de la ciudad, sino “pequeñas” conquistas del ser humano que precisamente la ciudad debe aumentar y conservar.

> Dos simples características psicológicas de nuestras sociedades nos pueden ayudar a comprender algunas de las derivas urbanas que sentimos como propias de ”nuestro tiempo”: por una parte, el completo rechazo del sufrimiento y la consiguiente necesidad de ser feliz a toda costa, que no hay que poner mucha imaginación para relacionarla con ese consenso ficticio y “estabilizador” que se propone como realidad política para la ciudad, y que acaba derivando en intervenciones que no tienen en cuenta la diversidad social y política de los ciudadanos; y por otra parte, la obsesión por desviar las problemáticas hacia otros “personajes”, como precisamente, los psicólogos; que tampoco parece descabellado relacionar con la constante culpabilización del otro ante cualquier tipo de “problemática” urbana; y no nos referimos aquí solamente a los políticos, empresarios o urbanistas, sino muy explícitamente a unos ciudadanos que siempre reclamamos más poder de decisión que de acción. Además, ambas características están relacionadas con otras muchas realidades cotidianas: desde el auge de las políticas del miedo y la seguridad tan en boga en la actualidad, que derivan en segregación, videovigilancia, seguridad privada, etc., hasta el cinismo con el que intentamos navegar entre personas, instituciones y conceptos en los que desde luego no creemos como ciudadanos, pero ante los que sólo nos confrontamos como arquitectos de “superficies” o como urbanistas del “consenso”.

> Como pensamos que estas derivas son “sólo” una cultura más entre otras muchas que habitan la ciudad, creemos que el urbanismo será en muchos momentos algo más similar a la “guerrilla urbana” (1) de la que habla José María Ezquiaga, que a las ideas totalizadoras de los urbanistas “modernos”, evidentemente. El territorio, el planeta, ya no será nunca más vacío. Ahora lo vacío ya sólo lo es en relación a un lleno que casi siempre es o puede ser presente; con lo que así, el concepto ya se refiere de forma fundamental a sus bordes y a lo que lo hace ser denominado vacío. En estas circunstancias, la urbanidad que desplegamos en el territorio siempre se encuentra con una realidad definida, ya sea de forma local o global. Es simple, aunque hoy en día se sigan produciendo proyectos para nuevas ciudades en territorios descritos como vacíos, aunque parezca que ahora el petróleo sí puede pagar la factura de estos modelos urbanísticos, y aunque su valor como “experimentos” impida su completa “aniquilación” argumental, los modelos “abstractos”, incapaces de confrontarse a la ciudad existente [y aquí incluimos también a los sistemas de planificación urbanística convencionales, a los rígidos mecanismos de “clasificación” de la propiedad, a los concursos de arquitectura donde no se requiere contestar a ningún por qué, o a los espacios públicos no territorializables…], deberían olvidar su ingenua pureza y reconfigurarse en modelos capaces de sacar “algo” más de una ciudad ampliada cuyo plano ya no refleja la mayor parte de la información que necesitamos como urbanistas.

> En el momento en el que por fin parecemos comprender la prioridad de pensar y actuar en la propia ciudad existente, nos encontramos con las dudas impertinentes de si es para construir la “no-ciudad”, para rescatar a la antigua, para crear otros “interiores” para la existente o para actuar sobre alguna de sus capas, flujos o redes específicas. Dudas, que si nos atenemos a esta “nueva” importancia de la ciudad como lugar central del pensamiento contemporáneo, deberían pasar a un segundo plano e “instigarnos” sencillamente a cambiar los mecanismos de valorización cualitativa de la “urbanidad”, y a reconocer la necesidad de incluir en las ecuaciones de nuestros proyectos otros parámetros que hasta ahora pasaban desapercibidos; y todo esto, ya sea desde un plano de gestión urbana de infraestructuras, desde una perspectiva sociológica de visibilización de los conflictos, desde un punto de vista estrictamente constructivo, o a través de la práctica urbanística…; lo único relevante es que cualquier ampliación de las posibilidades individuales para la vida social, de simplemente ver a los otros, es una acción en contra de la mentira y a favor de una democracia más humana, que si por ahora no se ha conceptualizado como “causa” común es únicamente debido a divisiones profesionales sin mayor importancia histórica.

[ iago carro / ergosfera ]

[1] EZQUIAGA, José María; intervención en la reunión de expertos “Buenas Noticias en torno al Urbanismo” organizado por el Institut d’arquitectura avançada de Catalunya, Barcelona, marzo de 2007

¡extra! ¡extra! ¡SALE A LA LUZ EL URBANISMO GLOBAL!

October 7th, 2008

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> Ya sea de forma asimétrica y difusa [como en la actualidad], de forma antagónica o bipolar, de forma democrática, o bajo algún tipo de “global federalism” (1), la “institucionalización” de alguna forma de gobierno global parece un proceso irreversible. La gran cantidad de organizaciones supranacionales o globales existentes en la actualidad [ya con cierto poder y “capacidad” de integración en un gobierno global], viene a apoyar un proceso en el que, al perder relevancia otras delimitaciones de gobernabilidad como el estado o la macroregión, todo parece indicar que el peso de la ciudad tenderá a ir en aumento en las venideras etapas históricas del ser humano.

> Si reflexionamos sobre el presente, cuantas más facilidades se dan para hacer circular las ideas y las mercancías por el mundo, más muros fronterizos se levantan entre territorios y sociedades [Israel – Palestina, Unión Europea – África, Estados Unidos – México…]. La constatación de esta inercia “anti-histórica”, que rige la construcción del mundo en la actualidad, nos lleva a pensar en tiempos de nuevas polaridades y divisiones a escala global, no ya exclusivamente relativas a conceptos abstractos como las invisibles naciones, sino en términos de realidades diferenciadas de forma “visible”, de zonas aisladas físicamente por el magma de las culturas-sociedades económicamente [militarmente] más potentes, o de alianzas específicas en la órbita de las materias primas, las fuentes de energía o las afinidades políticas de toda clase de “superficialidad”.

> La cuestión que nos inquieta es el por qué estas intervenciones no se consideran una especie de urbanismo global, ni por parte de los propios urbanistas y arquitectos, ni por parte de la mayoría de los innumerables editores de las revistas y publicaciones especializadas que acaban por conformar la “educación” de los presentes y futuros arquitectos. Entendemos necesario encontrar alguna clase de “teoría” o punto de vista sobre la arquitectura y el urbanismo que no reduzca a ninguno de los “actores” que trabajamos en procesos relacionados con la construcción de la ciudad a una especie de “restos”, que no entran en ninguna de las clasificaciones con las que intentamos “ordenar” nuestra comprensión del mundo y describirnos como arquitectos; y que en casos como el plano “cultural” mediáticamente aceptado deshecha el 99% de la producción edificatoria o urbanística, que sí conforma verdaderamente la realidad de la ciudad contemporánea, más allá de sus legítimos “intereses”.

> Investigar la ciudad tiene que ver con pensar su realidad como contingente, es decir, básicamente, consiste en poner en crisis conceptos cuyo establecimiento hegemónico no entendemos como pertinente, y esto debería incluir, entre otras cosas, desde la “edificación convencional”, hasta los muros fronterizos entre territorios o la planificación del sector acuícola en la costa gallega. Por ejemplo, si en buena medida se ha producido un movimiento desde la fábrica como mundo laboral hacia la metrópolis-fábrica, en la que toda la ciudad en red trabaja de forma compleja pero estable [dentro de un magma de “precariedad”…], es decir, si es la ciudad el lugar donde se producen los conceptos “capturalizables” por el capital y todos “aportamos” nuestra vida urbana para hacerlo posible, parece que es preciso ser conscientes de que esto es una realidad con antecedentes y consecuencias que no pueden escapar de nuestras reflexiones sobre la construcción de la ciudad en el presente.

> Tanto las entidades de población [ciudad, villa, pueblo, aldea, lugar, etc.], como las “nuevas” áreas y regiones urbanas, las parroquias, los barrios, el municipio, la comarca, la provincia, la comunidad autónoma, la euroregión, el estado, la Unión Europea o las Naciones Unidas son “delimitaciones” con una inercia simbólica y unas dependencias respecto al poder muy variables, pero que muchas veces las hace incapaces de asumir algunos de los cambios que caracterizan al mundo contemporáneo. El número y el tipo de delimitaciones territoriales artificiales que se solapan sobre un metro cuadrado de planeta han llegado a ser innumerables, pero sus potenciales repercusiones sobre ese mismo metro cuadrado no son ni predecibles, ni necesariamente más relevantes que una acción “independiente” sobre el mismo.

> En este mundo en el que la ciudad es de nuevo el centro, los urbanistas estamos obligados a participar en un debate en el que conceptualmente podemos aportar una visión propositiva en cualquiera de las escalas de intervención en las que se decidirá el futuro de la misma. Y para empezar, podríamos reconocer que en esta ciudad ya hay una serie de “actores” con capacidad de intervención autónoma, desde organizaciones supranacionales a todo tipo de colectivos y asociaciones urbanas, sin olvidarnos del individuo, con los que tendríamos que relacionarnos más allá de los alcaldes, los concursos públicos o los encargos esporádicos que nos trae el reconocimiento. Es la ampliación del campo de batalla lo que nos dará credibilidad como profesión en esa ciudad que, hasta ahora, se ríe abiertamente de los arquitectos y de los urbanistas.

[ iago carro / ergosfera ]

[1] “global federalism” es una expresión acuñada por la alcaldesa de Milán y “cómplice” de Berlusconi, Letizia Moratti, con el que intentaba describir un futuro en el que las grandes ciudades del planeta unirían esfuerzos en determinados asuntos como el “cambio climático” o los “derechos humanos” debido a su mayor “agilidad” e importancia en comparación a los estados y regiones

¡extra! ¡extra! ¡LA CIUDAD SE CONVIERTE EN EL CENTRO DEL UNIVERSO!

October 6th, 2008

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> En medio de un ambiguo proceso de “desterritorialización” (1) de la política, cuya asimilación al concepto partido o corporación política es tan hegemónica como desprestigiada, la ciudad se ha convertido en el espacio político más real y relevante; en el lugar donde el conflicto, la tolerancia, y la convivencia aún se producen, algunas veces, en el campo del tú a tú, ya necesariamente adjetivado como real en oposición/complemento a la caricatura virtual que, por cierto, no es ni más ni menos “digna”, sino diferente.

> Como contaba hace poco Francisco Jarauta, la ciudad se ha convertido en un punto clave para muchas de las reflexiones sobre la actualidad; buena parte de los historiadores, geógrafos, politólogos, antropólogos, sociólogos, militares o filósofos, han convertido a la ciudad en el centro de sus reflexiones, pasando a ser “el lugar más real” (2), cultural y estratégicamente. En la ciudad se puede intervenir, comunicar, participar, encontrar…; La ciudad es también el “laboratorio de las nuevas formas de vida” (3) y de relación, el ideal de “cuna de oportunidades” para la población “no” urbana, o el concepto estratégico clave para toda fuerza terrorista, ya sea de origen civil o militar.

> Estamos de acuerdo con Luís Fernández-Galiano en que es preciso contemplar la historia de la idea de la ciudad como un modo de cohabitación humana radicalmente más estable que imperios, naciones, estados, regiones, federaciones, comunidades autónomas, convenios de comercio o uniones económico-políticas a lo largo de la historia. Lo cual es una idea tan simple que conceptos como “Roma: la ciudad eterna” se vuelven hoy por hoy casi irrisorios si pensamos en las ciudades bimilenarias europeas y en todos los cambios de límites políticos que se han producido a su alrededor a lo largo de los siglos mientras éstas permanecían “en su sitio”.

> No hay más que abrir un periódico cualquier día para darse cuenta del enorme porcentaje de noticias relacionadas de forma directa o indirecta con el urbanismo y la construcción de la ciudad, aunque, debido al dominio de unos formatos periodísticos más cercanos a la revista de actualidad que al reportaje, no se haga casi nunca explícita su vinculación con el tema desde la propia reflexión mediática.

> Es posible que los seres humanos hayamos tenido que vivir siglos de preocupaciones nacionalistas para llegar a la conclusión de que es la ciudad el lugar político y humano por excelencia, la entidad que de una forma diversa a la vez que genérica, produce una mayor “persistencia” de la especie y una ampliación de las posibles libertades y percepciones humanas. Y no deja de ser “curioso” cómo mientras la política real se traslada a la ciudad [quizás porque en este “ámbito” los argumentos y las mentiras son simplemente más visibles], los dicharacheros amiguetes del G8 intentan abandonarla (4) precisamente porque éste es un espacio político donde la multitud visibilizaría un conflicto que hay que callar a toda costa.

> En medio de estos procesos, donde la temida palabra “política” se solapa con la concepción de la ciudad, y ante una realidad marcada por unas propuestas políticas que nada han introducido de nuevo en las últimas décadas [más allá de una maquinaria mediática y económica apuntalada por esa enorme cantidad de centros de producción ideológica o “think tanks” tan bien diseccionados por José Vidal-Beneyto (5)], se ha producido una convergencia casi absoluta, por norma general, entre los discursos arquitectónicos y los discursos políticos.

> La verdadera arquitectura “espectáculo” no es sólo la que señalan, para lavarse las manos, los críticos con el llamado “star system”, sino la que posibilita los simulacros políticos del tipo mitin ultraplanificado o los insultantes “debates” Zapatero-Rajoy, además de las ficciones de “modernidad” y “progreso” con las que los arquitectos contribuimos a normalizar la deriva política de cada momento, o el ansia general por “representar” a una sociedad definida de forma “exacta” y que siempre acaba remitiéndonos a una reproducción de los roles y hábitos ya establecidos.

> Ante este panorama en el que los arquitectos-urbanistas sólo tratamos, en general, con un único “plano” político, abogamos por un concienzudo análisis de la diversidad de interpretaciones y prácticas políticas que ya se producen en el espacio urbano, como primer paso para abandonar esa identificación con la política mediática en la que nos hemos acomodado, y que sólo debería representar una opción entre otras a plantear: desde cómo utilizar la urbanidad para crear condiciones que “posibiliten” el conflicto político, o cómo entender la arquitectura como escenario donde pueda, por fin, visibilizarse el tópico de “dar voz a los sin voz”, hasta cómo implementar prácticas profesionales capaces de transcurrir en “otros” ámbitos discursivos más cercanos a políticas alternativas a la oficial, pero sin desprenderse de toda vinculación a la cotidianidad personal de cada uno de nosotros.

[ iago carro / ergosfera ]

[1] [2] JARAUTA, Francisco; “Construir la ciudad genérica”, en Formas de arquitectura y arte, nº 16, Colegio de Arquitectos de Ciudad Real, 2007

[3] JARAUTA, Francisco; intervención en el taller de trabajo “Condiciones Metropolitanas Contemporáneas” organizado por Paisaje Transversal en la ETSAM, Madrid, enero de 2007

[4] Desde los “incidentes” ocurridos en Génova, los miembros del G8 han optado por “intentar” abandonar el espacio urbano para realizar sus citas anuales. La enorme concentración de ciudadanos de todo el mundo que acudieron a Heiligendamm [Alemania] en 2007 para mostrar su repulsa ante la vergüenza que significan estas reuniones nos puede dar alguna “pista” de lo que hoy se entiende por ciudad…

[5] En este sentido se recomiendan las series de artículos que José Vidal-Beneyto viene publicando los últimos años en El País, entre otros: Los ‘think-tanks’ y los ‘neocons’, Izquierda en desbandada, o La derechización del mundo.