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injertando futuras ciudadanías

Las ciudades tienen hoy en día una doble cara, a veces contradictoria, a veces complementaria, basadas por una parte, en una supuesta imagen idílica, de reglas, control y vidas ciudadanas encaminadas a “desarrollar su papel” [para que puedan ser interpretadas fácilmente como elementos afines al sistema y a la cotidianidad asimilable] es decir, las postales para turistas, y por otra, no una imagen, sino una multitud informe de procesos temporales autónomos, que se producen y reproducen en el contexto global de lo que abiertamente se puede entender como mundo urbano, sin mayor control que el que los colectivos e individuos participantes se propongan, y creando de esta manera escenarios de debate, conflicto y desarrollo de nuestros modos de ser más personales.

Estas acciones, que se infiltran continuamente por las fisuras de lo urbano, representan quizás una de las últimas oportunidades de las ciudades para salvar lo que quede de su creatividad auténticamente contemporánea, y desde luego, de su potencial de supervivencia futura, pues es desde fuera, conceptualmente, pero desde dentro, realmente, como las propuestas de recuperación de la ciudadanía pueden llevarse a cabo, rescatando así la posibilidad de futuros inciertos, abiertos a responder a nuestros diversos y variables deseos subjetivos.

Es en este punto donde una y otra vez nos equivocamos los productores de ciudad, ya que por nuestra pretenciosidad y alejamiento disciplinar de la ciudadanía media, cuando detectamos este problema, y muchos lo han hecho ya a lo largo de la historia, no nos damos cuenta que la ciudad, como dice Rem Koolhaas, siempre sale victoriosa, y la arquitectura se supedita invariablemente a los dictados de una serie de procesos urbanos mucho más potentes, que no consistentes, que las armas de las que disponemos los involucrados en tal menester. Por eso, siempre que optamos por sistemas de creación de ciudad novedosos y alejados de lo convencional, pero rígidos y generadores de nuevas reglas e imposiciones para los ciudadanos, sólo provocamos una vez más su continuo fracaso.

Y es por esto por lo que con esta acción no pretendemos crear ninguna clase de modelos o tipologías a reproducir, sino experimentos formales y programáticos que se desarrollarán en un tiempo y lugar determinados, para desaparecer sin dejar rastro una vez provocadas ciertas distorsiones en la percepción conceptual de lo público que poseen los habitantes de la ciudad. Pues estamos convencidos de que sólo de esta forma podrán llegar a aparecer, en algún caso, nuevos usos, nuevas apropiaciones, nuevas experiencias, nuevos, en definitiva,… ciudadanos…


1 comentario

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  1. david December 15th, 2006 01:02

    Hola que tal? Se me ocurre comentaros un punto de vista que me atrae especialmente de las actuaciones que llevasteis a cabo en el obradoiro injertables. Yo no asistí a dicho obradoiro pero esta reflexión o pensamiento se me viene a la cabeza cada vez que paso por Elviña y veo las señales que quedaron como rastro o prueba de vuestra estancia, que reflejan los signos y convenciones que cualquer grupo deja tras de si, despues de convivir en un lugar determinado. Estos, en nuestra sociedad global son las infraestructuras tecnológicas, las convenciones gráficas para el tráfico de flujos ya sea rodado o peatonal, y tantas otras. Al igual que ese ente abstracto constituye unas reglas de conviviencia para que todo esté prefijado, controlado y siga la senda marcada en pos del bien común; cualquier grupo social de mallor o menor entidad, consciente o inconscientemente producirá unos signos que reflejen su ocupación temporal. Por eso, ese espacio me transmite una energía especial que no trasmiten los lugares configurados y fijos que creamos en nuestras ciudades y que son espacios muertos que no transmiten más que vacío.
    Ya me voy. Os doy las gracias por esa fresca sensación que me recorre el cuerpo al pasar por allí y que me engancha como una droga sin provocar síndrome de abstinencia.
    Talogo